Se prepara la impunidad para liberar a los militares: ninguna amnistía a los golpistas, los de ayer y los de hoy
Operación orquestada intenta salvar el pellejo de los altos mandos de las Fuerzas Armadas, al tiempo que impone el olvido y la impunidad a los golpistas del ’64.
Por: Diego Cruz
El intento de golpe de Estado de Bolsonaro, o mejor dicho, los intentos, volvieron a la agenda este viernes 15 de marzo, con el ministro Alexandre de Moraes abriendo el sigilo de 27 declaraciones a la Policía Federal en las investigaciones sobre los atentados golpistas.
En verdad, en términos de nuevos hechos, poco se reveló más allá de lo que ya se sabía: había un plan, con decretos ya listos que establecían el Estado de Defensa en el STF (Tribunal Supremo Federal), Estado de Sitio y GLO (Garantía de la Ley y el Orden), que, en la práctica, anularía las elecciones que derrotaron a Bolsonaro. En concreto, se trataría de un golpe de Estado que instalaría un régimen de excepción en el país.
Las novedades surgieron de los testimonios del entonces comandante del Ejército, Marco Antônio Freire Gomes, y del comandante de la Fuerza Aérea, Carlos Almeida Baptista Junior, quienes, a diferencia de los personajes centrales de la trama, como Braga Neto y el propio Bolsonaro, no utilizaron su derecho a permanecer en silencio. En una especie de mesa ensayada, el comandante de la Fuerza Aérea informó que Freire Gomes amenazó a Bolsonaro con arrestarlo si llevaba a cabo su intento golpista. El propio Freire Gomes se mostró más contenido y dijo que se limitó a advertir a Bolsonaro de las consecuencias jurídicas del plan.
Si hubiese dependido del Comando de las FFAA, Bolsonaro habría dado un golpe
Si, por un lado, estos testimonios sirven para incriminar aún más a Bolsonaro y a algunos nombres de su entorno, como el general Heleno y el entonces almirante de la Marina, Almir Garnier Santos, que habría puesto sus tropas a disposición del golpe, por otro lado, se trata de un evidente intento de salvar la cara del conjunto del comando de las Fuerzas Armadas en el complot golpista. En esta “narrativa”, Bolsonaro quería dar un golpe, pero Freire Gomes y Baptista Junior, de manera “heroica”, se habrían rebelado contra el plan, garantizando la toma de posesión de Lula y evitando la ruptura del régimen.
Es una versión absurda que ha sido reproducida acríticamente por la mayoría de la prensa. Si los dos generales eran tan defensores de la Constitución y de la democracia, ¿por qué firmaron la nota apoyando los campamentos golpistas frente a los cuarteles, que exigían una intervención militar? Notas que incluso reforzaban el papel de las Fuerzas Armadas como “poder moderador” en el ámbito del infame artículo 142 de la Constitución.
Es más, si Antônio Freire rechazó la idea de golpe, ¿por qué convocó al otro general, Theophilo de Oliveira, su subordinado y comandante de Operaciones Terrestres (Coter), para reunirse con Bolsonaro, estando Theophilo dispuesto a colocar a sus hombres, los llamados “kids pretos” [“niños negros”], en la intentona golpista? De hecho, abundan evidencias de que estas fuerzas especiales actuaron activamente el 8 de enero.
La realidad es que, contrariamente a las versiones que han circulado ampliamente, no fue sólo la Marina la que prometió empeñar a sus hombres en un intento de golpe, sino el propio Ejército, aunque sea de forma indirecta. ¿Freire Gomes amenazó con arrestar a Bolsonaro mientras ponía a su general y comandante de las fuerzas especiales al servicio del golpe? Difícil de tragar.
Otro tema que también ha sido ampliamente discutido: ¿por qué los comandantes del Ejército y de la Fuerza Aérea, ante la exposición del plan golpista de Bolsonaro, que ya estaba bastante avanzado y detallado en aquel momento, no decretaron de inmediato su arresto? La versión, defendida incluso por los antibolsonaristas, es que este tipo de actitud escalaría una crisis institucional, forzando una división en las Fuerzas Armadas, y que habría sido una mera cuestión táctica dejar que el tema muriera por sí solo.
La realidad es que no arrestaron a Bolsonaro porque, si la mayoría no estaba completamente de acuerdo con el plan, tampoco estaban en contra del golpe, así de simple. Actuaron codo a codo con Bolsonaro en la impugnación de las urnas, cuestionando los resultados de las elecciones y en los campamentos golpistas, incluso garantizando su logística. Al final, quien no ayudó a Bolsonaro directamente, dejó todo como estaba a ver qué pasaba.
Pero ahora quieren reescribir la historia, dejar a Bolsonaro en la hoguera y salvar la imagen de la institución de las Fuerzas Armadas, manteniendo incluso lo que consideran su papel: un poder moderador, sobre todo, y que, cuando lo crea conveniente, puede intervenir libremente, o amenazar e intimidar como lo hicieron en este último período.
Un gran acuerdo
El ministro de Defensa, José Múcio, participa de la ceremonia de presentación de los oficiales generales de las Fuerzas Armadas Foto: Fabio Rodrigues-Pozzebom/ Agência Brasil
Lo que se está preparando es una gran pizza aderezada con aceitunas. Una pizza preparada por muchas manos. El gobierno Lula mantiene a Múcio al frente del Ministerio de Defensa, archiva la reanudación de la Comisión Nacional de la Verdad, se niega incluso a recibir a los familiares de las víctimas de la dictadura y, finalmente, prohíbe cualquier acto en su gobierno en memoria del 60 aniversario del golpe militar de 1964.
El STF y Alexandre de Moraes, a su vez, “ingenuamente”, divulgan el contenido de los testimonios que corroboran la versión de las Fuerzas Armadas. Detalle: primero para los vehículos de prensa, antes incluso de abrirlo a la defensa. El STF, así, mantiene la imagen de gran protector de la “democracia”, al tiempo que blinda a los golpistas del comando de las Fuerzas Armadas.
En vísperas del aniversario del golpe del ’64, el esfuerzo del gobierno Lula por imponer el olvido y la impunidad a asesinos y torturadores se combina con la política de conciliación con el actual comando de las Fuerzas Armadas. Junto al STF, el Congreso Nacional, y apoyado por los sectores mayoritarios de la gran prensa. Una política que, si bien por un lado intenta proteger a los generales de cinco estrellas y la imagen de las Fuerzas Armadas, tampoco garantiza que el propio Bolsonaro sea de hecho responsabilizado y castigado.
Una política de conciliación que no enfrenta a la ultraderecha y el bolsonarismo, abriendo espacio para que esta se fortalezca de aquí en adelante, o se reinvente como viene sucediendo con Tarcísio en São Paulo. Y que perpetúa la impunidad de los dictadores y torturadores del ’64, que fue fundamental, por ejemplo, para el reciente ascenso de la ultraderecha y del golpismo.
Traducción: Natalia Estrada.